El accesorio Scentee, que se conecta a la toma de auriculares,
fue lanzado por una empresa en Japón, ChatPerf. Una vez instalado en el
celular, los usuarios pueden seleccionar desde un cartucho con aromas de
esencias florales como lavanda y jazmín, e incluso de alimentos que van desde
café hasta panceta.
Este es el intento más reciente de brindar una experiencia
multisensorial, explorada primero por el cine, desde principios de siglo, y que
ahora se ha expandido hacia las computadoras e internet.Independientemente de
su plataforma, el principio es muy parecido: ni el teléfono, pantalla de cine o
computador están adaptados para emitir el olor sino que necesitan de un
dispositivo adicional.
Los inicios de esta experimentación se remontan a 1916, cuando
utilizaron una bola de algodón empapada de aceite de rosas y colocada frente a
un ventilador para incorporar olor al cine en una sala de Pensilvania, en
EE.UU.
Pero esta técnica rudimentaria evolucionó para irrumpir en el mundo de
Internet: Scentee es un aparato del tamaño de una pelota de ping-pong que se
coloca en teléfonos compatibles -iOs y Android-, y que lleva adentro un
cartucho, con capacidad de liberar olores aproximadamente cien veces.
Al pulsar “Puff” en el teléfono inteligente, las luces del dispositivo
conectado se encienden y emite el aroma seleccionado. A su vez, para que la
otra persona lo reciba, también debe tener instalado el dispositivo Scentee.
Otra interesante opción consiste en sincronizar la alarma para que, además de despertar al usuario con un sonido, lo haga con una fragancia.
Otra interesante opción consiste en sincronizar la alarma para que, además de despertar al usuario con un sonido, lo haga con una fragancia.
Incluso la propuesta intenta presentarse como “sustituto” de ciertos
alimentos, por ejemplo, para percibir el olor a carne cuando no se la puede
comer porque se está a dieta.
Esta novedosa incorporación en los smartphones nació en 2010, de acuerdo
con Aki Yamaji, directora de la compañía creadora, ChatPerf.
“Al principio, era simplemente una idea y estábamos hablando de que
sería genial que hubiese algo que permitiera a la gente disfrutar de los olores
con su teléfono móvil”, aseguró la ejecutiva.
De acuerdo con información de la compañía, el aparato cuesta unos u$s35
y los cartuchos están a poco más de u$s5.
Sin embargo, esta propuesta no siempre tuvo una exitosa respuesta por parte de la audiencia.
Sin embargo, esta propuesta no siempre tuvo una exitosa respuesta por parte de la audiencia.
El Olorvision de Hans Loube, que intentaba amplificar las historias contadas
en las películas a partir de la dosificación de distintos olores, sólo se
empleó una vez por completo, en el largometraje de 1960 “Scent of Mystery”.
En cada uno de los asientos había un pequeño tubo de plástico gracias al
cual cada uno de los espectadores tenía acceso al aroma de forma individual
según instrucciones precisas que aprecián en el panel de mandos.
En ese entonces los comentaristas se quejaron de que el ruido emitido
por el aparato estorbaba la experiencia cinematográfica, y de que las
fragancias llegaban desfasadas con la acción en la pantalla.
De hecho, también existen fracasos en la trayectoria de Internet: a
principios de este siglo, un dispositivo llamado iSmell, de la empresa
DigiScents, liberaba un olor codificado en mensajes de correo electrónico, pero
la compañía terminó cerrando por un problema de flujo de caja.
Un sistema similar, bautizado Scent Dome, se probó en 2004 en Reino
Unido. Coincidió con el lanzamiento del Kaori Web en Japón, cuyo distintivo era
que se ofrecía en cafés internet. El experimento se clausuró en 2005.
No obstante, la misma idea sigue transfigurándose en nuevos intentos:
hace unos años, investigadores japoneses prometieron sacar al mercado en 2020
una televisión tridimensional y olorosa.
Asimismo, a principios de 2013, un grupo de investigadores de la
Universidad de Agricultura y Tecnología de Tokio dio a conocer un prototipo de
pantalla que distribuye olores, es decir, no sólo los reproduce, sino que
parece captarlos.
Pero el futuro de estas invenciones yace en las manos de la audiencia: sólo resta esperar a ver si su reacción es satisfactoria o si seguirá la suerte de sus predecesores.
Pero el futuro de estas invenciones yace en las manos de la audiencia: sólo resta esperar a ver si su reacción es satisfactoria o si seguirá la suerte de sus predecesores.